miércoles, 30 de abril de 2008

El granjero de Anatolia

Un granjero de Anatolia tenía una esposa y un hijo adolescente. Su esposa siempre se estaba quejando de que eran muy pobres, de que su casa necesitaba ser reparada (el establo estaba roto) y de que no poseían un caballo que los ayudase con la labranza. Muy temprano una mañana, el hombre y su hijo salieron al campo, y al lado de un alto roble estaba la cosa mas hermosa que jamás hubieran visto.

Era un precioso caballo blanco de perfectas proporciones. Se llevaron al caballo a su casa, lo ataron y lo alimentaron. Estaban todos muy felices. Entonces su esposa dijo: "Busca alguna marca, es un caballo de hombre rico". Pero no tenía ninguna marca. "Podemos vender el caballo", dijo la mujer, "y con el dinero podremos arreglar el techo, comprar una carreta, y tener algo más para cuando seamos viejos". "No voy a vender el caballo", dijo el hombre. "Si no lo haces, te dejaré", dijo la mujer y se metió en la casa.

Ahora les contare algo más acerca del hombre. Los habitantes del pueblo y su esposa pensaban que se estaba volviendo loco. Cualquier cosa que sucediese, buena o mala, él solía decir: "Quizás es una bendición, quizás es un castigo, solo Allah sabe". Y esto fue lo que dijo cuando los habitantes del pueblo se reunieron en su granja para ver al caballo y le dijeron cuan afortunado era. Y esto fue lo que le dijo a su mujer después de que ella le dijera que lo vendiera si no quería que le dejara. La mañana siguiente comenzó a construir un corral para el caballo. Su mujer se enojó, se marchó de casa y se fue a vivir con su hermana que vivía un poco más abajo del camino. El hombre encogió sus hombros y dijo: "Quizás es una bendición, quizás es un castigo, solo Allah sabe".

La historia del hermoso caballo pasó de villa en villa, de pueblo en pueblo, y finalmente llego a la capital donde el sultán, un amante de los caballos, la escuchó. Mandó llamar a su lugarteniente y le dijo que fuera a casa del granjero y le ofreciera una bolsa de oro por el caballo. Era una gran suma de dinero. "Que hago si no lo quiere vender?", preguntó el lugarteniente. "Por supuesto que lo hará", dijo el sultán, "es un hombre pobre. Esto es una fortuna". "Pero", el lugarteniente insistió, "que pasa si no lo quiere vender?. "Entonces mátalo", dijo el sultán, "pero tráeme el caballo".

Los soldados del sultán llegaron a la casa del granjero. El caballo era tan hermoso como les habían contado, y el lugarteniente le ofreció al granjero la bolsa de oro por él. "Muchas gracias", dijo el granjero, "pero no quiero venderlo". El lugarteniente invitó al granjero a que caminaran juntos. Le agradaba el hombre viejo, el cual le recordaba a su padre. "Por favor, toma el dinero", dijo el lugarteniente. "No", dijo el granjero. "Mis órdenes son de matarte y llevarme el caballo si tu no lo quieres vender". "El caballo no está a la venta". "Por favor, esto será tu muerte". "Quizás es una bendición, quizás es un castigo, solo Allah sabe". El lugarteniente dijo que tenía una diligencia en el próximo pueblo, pero que regresaría en pocos días. Le rogó al granjero que pensara en vender el caballo. Los habitantes del pueblo se reunieron y comenzaron a discutir con el granjero. "Puedes ser muy rico!". " Quizás es una bendición, quizás es un castigo, solo Allah sabe". "Si no vendes el caballo, los soldados te matarán, y de todas maneras terminarás perdiendo el caballo". " Quizás es una bendición, quizás es un castigo, solo Allah sabe".

A la mañana siguiente el hijo del granjero decidió montar al caballo. Cabalgó hacia dentro del bosque y por los grandes pastizales. Se sentía maravilloso, el viento acariciaba su rostro y sus cabellos volaban. Envolvió sus brazos alrededor del cuello del caballo. Bruscamente éste se detuvo en un pozo, arrojando al joven por los aires. Al caer, el joven se quebró las dos piernas. Los habitantes del pueblo lo encontraron y lo llevaron a su casa. "Tú no nos has escuchado", le dijeron al granjero. "Si hubieses vendido el caballo esto no hubiera sucedido. Ahora tu hijo tiene las dos piernas quebradas". "Quizás es una bendición, quizás es un castigo, solo Allah sabe", respondió el granjero.

A la mañana siguiente, el hombre salió fuera y vio que el caballo se había ido. Los habitantes del pueblo le dijeron: "Lo pudiste vender por dinero, y no lo hiciste. De modo que tu hijo salió a cabalgar y se quebró ambas piernas. Ahora ni siquiera tienes el caballo". " Quizás es una bendición, quizás es un castigo, solo Allah sabe", dijo el granjero. "Los soldados regresarán", le dijeron los habitantes del pueblo, "y ellos no te creerán cuando les digas que ha desaparecido. Entonces te torturarán, y luego te matarán". " Quizás es una bendición, quizás es un castigo, solo Allah sabe", dijo el granjero.

Los soldados no regresaron. La guerra había estallado. Todos los hombres jóvenes habían sido llamados para formar parte del ejército, excepto el hijo del granjero con su dos piernas rotas. "Eres muy afortunado", le dijeron al granjero los habitantes del pueblo. "Nosotros no volveremos a ver a nuestros hijos. Tu tendrás a alguien a tu lado cuando seas viejo, pero nosotros nos quedaremos solos"."Quizás es una bendición, quizás es un castigo, solo Allah sabe", dijo el granjero.

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