martes, 30 de septiembre de 2008

I kissed a girl and I liked it

Hay una jovencita de 24 años llamada Kate Perry que por lo visto anda escandalizando a medio Estados Unidos con la letra de una canción que ella misma compuso y que por lo visto es autobiográfica, la canción se titula “I kissed a girl”, y cuenta como en una noche cualquiera la nena besó a una chica y le gustó, qué cosas… No me voy a poner ahora a analizar lo que me sorprende que a estas alturas se pueda escandalizar alguien por eso, que me da bastante pereza, sino que voy a hablar de la bisexualidad.

Iba a catalogar a la bisexualidad de “condición sexual”, pero la verdad es que no sé si lo es o no lo es. Tal vez sea simplemente un modo de vida… un modo de vida de gente carente de prejuicios y a la que no le asusta tener nuevas experiencias.

Al final el amor es un sentimiento exclusivamente humano, los animales no se enamoran, sólo buscan un miembro de su misma especie pero del sexo contrario con el objetivo de reproducirse y perpetuar la especie. No niego que para algunos humanos el amor sea algo parecido a esto, hay gente para todo en este mundo, pero creo y sobre todo espero que no sean muchos… el amor es muchísimo más complicado.

En general buscamos a alguien en quien podamos confiar, que nos haga reír, que nos proporcione seguridad, que nos de cariño, etc., y en última instancia alguien que nos atraiga físicamente. Y digo en última instancia porque yo creo que estamos absolutamente condicionados a los cánones sociales de belleza y sexualidad, y por eso buscamos personas “guapas” del sexo contrario, ni más ni menos. No niego que tengamos ese mismo instinto que tienen los animales de, como decirlo, ¿“aparearnos”?, pero a medida que avanzamos y evolucionamos nos alejamos más de ellos en todos los aspectos, y en éste ocurrirá igual.

Algunos pensaréis si lo que estoy insinuando es que todos en el fondo somos bisexuales, pues os saco de la duda, efectivamente pienso eso, por lo menos en lo que se refiere al amor como sentimiento exclusivamente humano. Me imagino un mundo dentro de unos 200 años en los que existirá un porcentaje de parejas del mismo sexo bastante elevado, pero no os preocupéis que no nos vamos a extinguir, ya nos las apañaremos.

Que no, que no se me ha ido la cabeza, es que todavía no estáis preparados para entenderme… ¡el tiempo me dará la razón!

jueves, 25 de septiembre de 2008

Cristal

Hace poco escuché el nombre de una droga hasta ese día desconocida para mi, el Cristal. Me sigue pareciendo increíble, a pesar de que debería de estar acostumbrada, conocer gente que se meta este tipo de mierdas, aunque sólo sea de vista… Os voy a “ilustrar” con algunas de las maravillosas características de esta sustancia:

“Es un estimulante y excitante del sistema nervioso central y además de euforia produce un fuerte acostumbramiento. La sustancia produce la suspensión de la consciencia y la noción de riesgos. Así una persona puede cruzar caminando un semáforo en rojo sin siquiera inmutarse. Pasada la sensación de adrenalina, el organismo hereda daños tan inmediatos como sus efectos. Al igual que un motor que se acelera se desgasta más rápido, el sistema nervioso se daña velozmente provocando lesiones en el cerebro como la falta de irrigación. El daño provocado es irreversible”

“Es fácil de producir en laboratorio y difícil de detectar en paso de frontera”

El hijo de un amigo de mi padre será esquizofrénico de por vida por culpa del éxtasis, un amigo de mi hermano en un mes de consumo acabó en un psiquiátrico. Y supongo que no soy la única persona que conoce casos así.

En este tipo de drogas la cosa no es saber controlarse, aunque puedas hacerlo te siguen destruyendo, arruinan tu vida y de paso la de la gente que te quiere. También enriquecen a narcotraficantes cuyo dinero probablemente financie negocios tan loables como el terrorismo o la trata de blancas.

Si alguien que consuma me está leyendo le invito a reflexionar aunque sólo sea un poquito, aunque supongo que la cabeza de la gente que se envenena de esta manera no suele practicar la reflexión…

jueves, 18 de septiembre de 2008

¡Sonríe!

Me encanta la gente que sonríe mucho. No me refiero a la gente que se ríe mucho, no hablo de carcajadas sino de sonrisas. Me resulta enormemente contagioso, si alguien me sonríe inmediatamente yo contesto con una sonrisa, es un efecto parecido al que se produce cuando alguien bosteza.

La sonrisa es algo que te ilumina la cara, y un poco de esa luz se refleja también en la cara de los demás. Te hace estar más guapa, te da confianza y se la inspira al resto de la gente. Cuando vas a un restaurante y el camarero te sirve la comida con una sonrisa, cuando saludas a un vecino en el ascensor y sonríe al devolverte el saludo, cuando chocas sin querer con alguien y le pides perdón y entonces esa persona te sonríe… Cada encuentro insignificante, de las decenas de encuentros que cada uno tenemos al día, puede ser especial si sonríes.

Quién no ha leído un correo electrónico y ha sonreído, o se ha encontrado con alguien y, cuando se han despedido y se aleja, lo hace con una sonrisa en la boca. Por un momento estás prácticamente llena por dentro, es una sensación estupenda que además dura un buen rato.

Creo que si hiciéramos un esfuerzo por sonreír más todo sería más fácil. Seríamos más positivos y llevaríamos mucho mejor la cara de la rutina diaria. Básicamente seríamos más felices.

domingo, 14 de septiembre de 2008

París

París es una ciudad única. Es amor, es magia, es elegancia, es belleza…
Allí casi nada te deja indiferente, todo impresiona y enamora. Parece que nada se construyó al azar, que todo sigue un patrón de absoluta perfección, pensado para embargarte en cada calle, en cada esquina. Si amas, allí amas más…
En París estás en casa, paseas sobre tus recuerdos, todo es familiar porque todo lo conoces de una u otra manera.
Sientes que caminas en una película, te encuentras sin cesar formando parte de escenarios conocidos. Recorres sus museos y pareces recorrer las páginas de tus libros del colegio.
Te marchas pensando que te gustaría volver algún día, pero volver no sólo para visitar la ciudad, sino para formar parte de ella, ser tú misma París. Pintar en alguna calle del barrio de Montmatre, beber vino a orillas del Sena, besarte bajo la torre Eiffel, cenar en Maxim’s…

Pero no estés triste mi querida Madrid, tú eres la primera en mi corazón, ya lo sabes... He vuelto a ti como antes, pero algo distinta, ahora podré decir aquello de “Siempre nos quedará París”…

miércoles, 3 de septiembre de 2008

El día en que fui atropellada

Aquél día tenía lugar el acontecimiento social del año para mí y para todos los niños y niñas de mi clase. Era el cumpleaños de Mamen.  Mamen era la niña más alta de mi curso y una de las más listas, pero lo más importante de ella era que cada año celebraba un mega-cumpleaños al cual invitaba a toda la clase… nadie invitaba a toda la clase a su cumpleaños excepto ella ¡¡era genial!!   

Y ahí estaba yo, sin parar de moverme de un lado a otro por mi casa, esperando ansiosa la hora de irme a la fiesta del año, cuando de repente me entero de que el cumpleaños empezaba una hora antes de lo que yo creía ¡¡no podía ser!! Aquello fue un drama... ¡¡me estaba perdiendo el principio!! Y el principio era lo mejor: las llegadas, las felicitaciones, los regalos... ¡la comida! Me vestí a toda prisa y le dije a mi madre que me llevara allí ipso-facto (supongo que con los 10-11 años con los que contaba entonces no utilizaría esa palabra, pero el significado venía a ser el mismo). Así que mi madre cogió la furgoneta de mi padre, que estaba en Sevilla por asuntos de trabajo, dejó a mi hermano pequeño solo y me llevo a casa de Mamen. 

Al llegar allí, cuando mi madre paró en doble fila, pude ver justo en la acera de en frente como todos mis amigos jugaban en los alrededores de la casa… La merienda había prácticamente terminado y ya estaban divirtiéndose…¡¡mierda!!  Abrí la puerta de la furgoneta y salí como una exhalación hacia mis compañeros. No miré al cruzar la calle… 

De repente sentí como una especie de hormigueo me recorría la parte izquierda del cuerpo, a la altura de la cintura. Oí un montón de sonidos a la vez: un frenazo, gritos, pasos apresurados… Todo se volvió negro y en un instante estaba sentada en la calzada rodeada de gente. Oía a mi madre gritar como nunca la había oído hacerlo hasta entonces y como nunca la he vuelto a oír, no paraba de decir “¡mi hija!, ¡mi hija!”. De repente caí en la cuenta, me habían atropellado. Lo primero que pensé es que había sido culpa mía. No lloré, no me dolió en ningún momento, sólo pedía una y otra vez perdón a mi madre y al conductor del coche, que se había llevado un susto de muerte… No paraba de repetir “lo siento, lo siento mucho, ha sido culpa mía”.  

Mis compañeros de clase miraban desde el otro lado de la calle boquiabiertos y el número de personas a mi alrededor aumentaba poco a poco. Rápidamente me puse de pie, mi madre se tranquilizó muchísimo, si me levantaba no me podía haber pasado nada grave… Como mi hermano estaba solo en casa no podía llevarme al hospital, así que una señora embarazada y el conductor del coche y su mujer, que iba con él, se ofrecieron a llevarme. Qué gente más encantadora… el hombre y su mujer se portaron genial conmigo, estaban contentísimos porque no me había pasado nada y me contaron de donde venían y a donde iban… iban a casa de su hija. No les importó que me cargara la luna del coche con la cabeza, incluso hacían bromas al respecto.
 
La embarazada me llevaba abrazada como si fuese su hija y me dijo que el bebé que esperaba era una niña, también me dijo que Ruth era un nombre muy bonito y que iba a llamar así a su niña en mi honor, me hizo muchísima ilusión.
 
El resto de la historia no añade mucho más, me hicieron un montón de pruebas en el hospital y no me vieron nada de nada. Más tarde llegó mi madre con mi hermano y les agradeció mucho al taxista (me he fijado en que hasta ahora no había mencionado que el coche que me atropelló era un taxi), a su mujer y a la embarazada que me hubieran llevado hasta allí. Les dijo que se podían ir, pero no lo hicieron, se quedaron hasta que terminaron con todas las pruebas y confirmaron que no me pasaba nada. Luego volví al cumpleaños y le quité el protagonismo del día a Mamen… no le importó, todos mis compañeros también se portaron genial conmigo. 
 
Fue una experiencia increíble de la cual no guardo en absoluto mal recuerdo, sino todo lo contrario. Di con una gente maravillosa que me cuidó como a una hija a pesar de no conocerme de nada. Supongo que me recordarán como yo les recuerdo a ellos… eso me gustaría…